¿Qué tan peligroso podría llegar a ser pensar como los demás?
El pensamiento humano está encasillado, o más bien, segmentado. Desde que nacemos nos encargamos de encajar en un grupo determinado; eso es muy notorio en el colegio, o en la universidad, inclusive. Siempre vamos a encontrar grupos de personas con características comunes: los ñoños, los deportistas, los góticos –que a veces se van por la senda górdica, jiji-, los “estrato 8”, los payasos –que en versión universitaria son los más alcohólicos-, la rosca – se la llevan bien con todos, están en algún grupo de ayuda comunitaria y, por lo general, uno de ellos es personero slash…, y tiene los ojos verdes, ¿No, Jorgito? mentiras -. Eso también ocurre en la adultéz, solo que son segmentos menos reconocibles –por lo menos en los países subdesarrollados- y por lo general, van marcados por el nivel económico y la cultura aprendida a lo largo de sus vidas.
Mi trabajo es aprender a pensar como todos ellos. Como cada segmento, por separado, pero en detalle. Que sienten, como hablan, que hacen. Hasta el momento he tenido que pensar como comedores de pollo, socios de un Club élite, camioneros, constructores, posibles motociclistas y compradores compulsivos. Por eso mi pregunta. El pensar tanto tiempo en función de otra persona / grupo, ¿altera mi pensamiento? De hecho el pensamiento de la gente está tan podrido que a veces me asusta la idea que pueda dejar secuelas –más de las que tengo- en mi mente. Hace días estaba haciendo un texto para una marca de llantas –antes de eso, desconocida para mí, ya la veo en todas partes- y me sorprendí a mi mismo, varias veces, viendo traseros femeninos en una actitud lo más de guache. Si es así, no me imagino planeando campañas de ropa interior femenina. Be aware of the lady inside of me.
Mi trabajo, de cierta forma, es seguir encasillando a la gente, hacerlos sentir que están en el lugar indicado. Y eso no me gusta. Antes prefiero sacarlos de casillas. Hacerles caer en cuenta que eso –cada cosa que hacen- no está bien. No a modo de obligación, si no un “¿no te parece que…?”, una opción contraria al conducto regular de sus pensamientos.
Los publicistas son, -como ya lo dije en un blog anterior- así como los músicos, los creadores de la filosofía contemporánea. Damos opciones de formas de pensamiento que, como personas, nos encargamos de adoptar guiados por la industria del entretenimiento y la –falsa- necesidad de estandarización -o segmentación- antes creada. We don’t have to belong to any site, group or what else. Gilles Lipovetsky, un filósofo moderno –filósofo de profesión, no músico o publicista-, exonera la función de los publicistas afirmando que nosotros solo damos la opción; que está en manos del ser humano, como sujeto, reconocer y desechar el mensaje para formarse como individuo. Pero, -sigo dándome latigazos- no es justo apelar al miedo y al ego para lograr objetivos de rentabilidad. Si, es fácil hacerlo. Axe nos dice “si lo usas, serás deseado” y Mora azul de Postobón nos dice “si no la pruebas no serás alguien” -lo peor es que el mensaje real es “si la pruebas serás un número”.
Injusto, ¿no les parece?
Namasté a todos.
sábado, febrero 04, 2006
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